lunes, 3 de septiembre de 2018

Un florero en mi ciudad

Hoy, rumbo al trabajo, al descender del micro que transita una de las avenidas más trágicas de mi ciudad y porque no decirlo, de mi vida en general, grata fue la sorpresa y alegría cuando ya en la acera al punto de voltear la esquina, en la protuberancia de una vivienda donde suelen habitar los medidores de electricidad, un ciudadano o quizás ciudadana, situó con un espíritu estético altamente desarrollado un florero conteniendo una particular estructura plástica que emergía de su interior, nutrida con aire y un líquido olvidado en el fondo.
Mi mente absorta descendió de la angustia por llegar al trabajo a contemplar la bella construcción escenográfica que en aquella esquina por donde siempre transito, otras veces hubiera visto nada, hoy tuve la impresión que alguien preparó ese florero para mí. El florero tenía todo, proporción, volumen, color, pero sobretodo el orden y la ubicación apropiada para impedir que un transeúnte descuidado o niño travieso golpee al punto de destruir la creación.
Mis manos quedaron frías, y con el cuerpo helado, no tuve el valor para tocar o mover el florero o la artificial planta que evolucionaba caprichosa desde la parte superior del objeto, esa muestra de cariño y afecto merecía mi atención, aún la recuerdo, está grabada fijamente en mi mente, iré a verla a la hora del almuerzo, y espero verla nuevamente a la hora de salida, para simplemente contemplarla, y disfrutar de su cálida presencia, gracias a tí, quien seas, por hacer de la calle, y sobretodo de mi vida un mundo lleno de belleza con las cosas que terminas de usar.

lunes, 27 de agosto de 2018

Una botella en el jardín


Hace un mes, al salir temprano de casa, como todos los días rumbo al trabajo, observé que una botella dormía plácida en el jardín frente a mi predio. No tengo reparo alguno en acercarme y despetarla del sueño para llevarla 1 cuadra más arriba, cerca del paradero a un tacho que por fortuna siempre amanece con el personal de limpieza de la municipalidad.
Todos los días, de lunes a viernes, es la misma tarea, suelo recoger entre 1 a dos botellas, a veces de plástico, otras de vidrio, y particular es el día que no amanece alguna.
No contabilizo los sábados o domingos porque esa es otra historia, mi barrio tiene vecinos de muchas procedencias, migran y transitan con frecuencia, por lo que estoy acostumbrado a ver diferentes rostros y vestimentas entre las calles de mi vecindad. Sin embargo, las botellas que duermen en mi jardín cada tarde o noche, no transitan, solo aparecen ahí, al ritmo de los insaciables gustos de los paladares ansiosos de dulce, caramelo, frutas o simplemente cebada.
No hay gustos exquisitos, por lo general, las botellas sienten un gran placer para quedarse en mi jardín, y es que me ha dado la impresión que muchas veces caminan y en vez de dormir en la pista o la vereda, se desplazan arrastrándose con la devoción de un peregrino hasta las líneas de contexto que tiene mi pequeño pulmón.
Aquellas botellas, han motivado amanecer más temprano de lo normal para averiguar que las motiva el recostarse en el jardín...pero aún no logro descrifrar este misterio...y por el contrario, hasta ahora solo disfruto del placer de llevarlas a dormir placenteramente al tacho de basura cerca del paradero.

Estudiando el Agua

¿Qué es el Agua? La molécula del agua está formada por dos átomos de hidrogeno y un átomo de oxigeno unidas a través del enlace covalente....